Por
Miguel-Juan Pereda Hernández
Acabada la Guerra de la Independencia, el 7 de marzo de 1814 Napoleón autorizó el regreso a España de Fernando VII; previamente, el 2 de febrero de dicho año, las Cortes Españolas habían acordado que el monarca no podría ejercer el poder real hasta que no hubiese jurado públicamente la Constitución de 1812. Pero, dispuesto a acabar con ella, el rey dilató su viaje cuanto pudo, con objeto de disponer de tiempo suficiente para asegurarse el máximo apoyo a sus pretensiones.
El 10 de marzo, Fernando VII aparentó aceptar las condiciones de las Cortes, el 13 salió hacia España y entre el 20 y el 22 cruzó la frontera. Desde mediados de marzo el jefe superior político de la provincia de Murcia y una comisión de la Diputación murciana se hallaban en Almansa, a la espera de conocer el itinerario del monarca.
Habiendo tenido confirmación de que el viaje real sería a través del reino de Valencia, el
23 de marzo la Diputación Provincial de Murcia publicó un aviso para dar a
conocer su acuerdo de trasladarse a Almansa el día 25 “…a fin de felicitar, como es debido a S. M. y prestarle el homenaje de
su profundo respeto y tierno amor…”; así como para "...organizar todos los costosos preparativos del tránsito de la comitiva real por el territorio de la antigua provincia de Murcia..." (Fuster Ruiz, 1977).
Por orden de las Cortes, con objeto de encontrarse con el rey y darle la bienvenida, el 29 de marzo salieron de Madrid con destino a Valencia el presidente del Consejo de Regencia (cardenal don Luis María de Borbón) y el secretario interino de Estado, cuyo itinerario, así como el que habría de recorrer el monarca desde Valencia hasta Madrid, fueron hechos públicos al día siguiente; evidentemente ambos pasaban por Almansa.
Mientras tanto, Fernando VII había proseguido su viaje por Gerona, Tarragona y Reus, desde donde desobedeciendo las órdenes de las Cortes partió hacia Zaragoza. El 12 de abril, hallándose en Daroca, 69 diputados partidarios del absolutismo redactaron en Madrid un documento que sería conocido como el Manifiesto de los Persas, en el que pedían la disolución de las Cortes y la nulidad de los decretos emanados de las mismas entre 1810 y 1814. A este respecto hemos de decir que dicho documento no fue firmado por ninguno de los cuatro diputados de la provincia de Murcia ni los cuatro de la de La Mancha, aunque sí por los cuatro de la de Cuenca[1].
El 15 de abril el rey estaba
en Segorbe y el 16 hizo su entrada en Valencia acompañado por el presidente del
Consejo de Regencia, que había salido hasta Puzol para recibirle. Bien en Puzol,
bien en Valencia, Fernando VII recibió un ejemplar de la Constitución, que no
juró, y también el Manifiesto de los
Persas, en el que 69 diputados le pedían la convocatoria de Cortes al modo
tradicional y la restauración del absolutismo.
En Valencia Fernando VII fue aclamado por las masas que, como en otros lugares de su itinerario, desengancharon los caballos de tiro para arrastrar a viva fuerza la carroza real; de ahí el grito ¡Vivan las cadenas! La nobleza valenciana, una delegación de obispos y el clero pidieron al rey que restaurase el absolutismo, e incluso se dice que el marqués de Dos Aguas le ofreció dos millones de reales para financiar una campaña militar si fuere necesario. El cabildo catedralicio le pidió el restablecimiento de la Inquisición.
A resultas de los sermones
del clero y el dinero repartido por la nobleza, el 2 de mayo Valencia se
amotinó contra la Constitución, y en varias ciudades españolas la muchedumbre
rompió las placas que rotulaban las plazas con su nombre, para sustituirlas por otras con el del monarca. Así culminó la conspiración y el 4 de mayo, una vez que Fernando VII se vio con suficientes
apoyos, firmó secretamente el manifiesto que abolía el
régimen constitucional, documento que no sería publicado hasta el 12 de mayo.
Dos días después, el 6 de mayo de 1814, coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Belén, patrona de la ciudad, Fernando VII llegó a Almansa, donde fue agasajado por las élites de la nobleza y clero locales (que ansiaban recuperar sus prebendas y cargos perpetuos), así como por las autoridades constitucionales de la provincia, diputación y ayuntamiento, que barruntaban los manejos del monarca.
El golpe de estado se consumó en la madrugada del 11 de mayo con la disolución de las Cortes y la detención de los miembros de la regencia, ministros y partidarios de la soberanía nacional. El 12, la Gaceta de Madrid publicó el manifiesto real que ponía fin a la Constitución de 1812. La mañana del viernes 13 de mayo de 1814, Fernando VII hizo su entrada en Madrid. Con él regresaron a España el absolutismo y la Inquisición.
https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1814/070/A00515-00521.pdf
[1] La provincia de Albacete no sería
creada hasta 1833, formada de nuevo cuño con ciudades, villas y lugares que hasta entonces habían
pertenecido a las provincias de Murcia, La Mancha y Cuenca.
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